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martes, 18 de enero de 2011

Cuando nada deja de sorprendernos...

Don individuos, que llevan la misma sangre por las venas, sin pensarlo ni meditarlo se sientan juntos en el jardín de cierta casa. Se miran el uno al otro y sonríen. Respiran del aquel aire suspicaz, miran a su alrededor y se les angustian las pupilas, dilatándose alborotadamente, se les resecan los labios, les respingan las narizes, sus oídos les gritan cosas impronunciables e irrepetibles, el ardor en sus caucásicas pieles era torturador, se resquebrajaban y muy muy rápido.
 Perplejos entran a la casa para tomarse un té de tilo y olvidarse de aquel espasmo.  El aire es nuevo, las aguas se calmaban lentamente. Uno mientras encendía su antigüa pipa, abre el diaro y lo lee. Otro prende el televisor y oye atentamente las noticias. Luego, de repente se miran y sienten aquel mismo aire, el mismo aire de antes, un poco retocado y renovado, como fresco y maquillado nada más. Aquella misma sensación regresa. La marcha rítmica de sus sensibles corazones realmente había enloquecido, la sangre hervía por sus venas. Se asustan, creen enloquecer. No saben que hacer, corren. No saben como es, corren. No saben que sucedería sí...Corren! Se quedan sin aire y aún así...Corren!
Nada cierto se supo sobre aquellos individuos. Alguien asevera haberlos visto pasar por Alaska, a la misma hora una señora en Tijuana jura haberse sorprendido por la cara de ambos individuos, cuando gritando corrieron cerca de ella. Pero otro señor asegura haber visto pasar corriendo a dos sujetos en Tierra del Fuego, aunque dice que fue tán rápido, que ya no está tan seguro.

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